El mayor error de Arthur Simpson no fue meter la mano en la cartera equivocada, sino meterse a ladrón sin haber valorado antes su extrema torpeza. Fue seguramente esta torpeza la que hizo que, cuando intentaba robarle la cartera a un turista del aeropuerto, este lo descubriera. Lejos de alarmarse y alertar a la policía, la víctima de Simpson, un tal Harper, le propone un peligroso trato: no lo denunciará si acepta introducir en Turquía un coche repleto de armas. Ya en la frontera, las autoridades turcas le sorprenden con ese equipaje. Entonces, un nuevo chantaje lo pone entre la espada y la pared: deberá elegir entre espiar y delatar a sus intrigantes socios o pasar una larga temporada entre rejas. Incluso alguien de la talla de Simpson es capaz de entender que ninguna de las dos opciones le depara nada bueno. Al fin y al cabo, ¿quién y para qué querría introducir todo un arsenal en uno de los países más inestables de Europa?

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