En la década de los años treinta, México se presentaba ante el mundo como un nuevo país que había emergido de una larga lucha revolucionaria con una profunda ideología de respeto a la legalidad y al orden internacional. Su posición institucional era clara: se dedicó a apoyar a los países agredidos por el expansionismo fascista; condenó la invasión de Etiopía por Italia, la agresión de Japón a China y la anexión de Austria por Alemania, y apoyó al gobierno republicano español. Desde el comienzo de la Guerra Civil en España, en julio de 1936, México fue el único país de América Latina que condenó la intervención de Alemania e Italia, exhortó a la Sociedad de Naciones y a las potencias a aplicar el Derecho Internacional, desafió el embargo a la venta de armas al gobierno republicano impuesto por Inglaterra y Francia, y se opuso abiertamente a la creación del Comité de No Intervención. A lo largo de toda la contienda continuó dando todo el apoyo político y diplomático al gobierno de la República española.