A muchos europeos, la actualidad internacional les lleva, hoy día, a centrar su atención en el mundo musulmán: como en tantas otras ocasiones a lo largo de la historia, sus relaciones con Europa no carecen de dificultades. La tierra del Islam siempre ha cobijado tesoros considerados vitales para Occidente: hace novecientos años era Jerusalén, el Santo Sepulcro; hoy es el indispensable petróleo... De ahí nacen cruzadas de todas clases. Entre tanto, los inestables habitantes de aquel suelo transportaron, de un extremo al otro de su imperio los conocimientos y valores de la civilización griega, oriental, o hindú, contribuyendo así al renacimiento de Occidente. Ahora bien, fue un hombre solo quien convirtió a un pequeño pueblo hasta entonces ignorado en un poder que transformó la faz del mundo; y este hombre fue Mahoma. Y apenas cien años tras su muerte, los árabes habían llegado, a través de España, al corazón de Francia, mientras en el Extremo Oriente alcanzaban la India! ¿Cómo pudo este hombre insuflar un dinamismo semejante en el corazón de sus conciudadanos? ¿Qué tenían de especial sus enseñanzas? ¿Qué explicación podemos dar de éxito tan excepcional.

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