En una Bratislava en la que aún reverberan los ecos del socialismo, dos parejas de amigos –el Cuarteto– pasan las horas en el Café Viena –o Café Hiena, como ellos lo llaman– bebiendo vino y conversando sobre literatura, David Lynch, lo humano y lo divino. Pertrechados de una ironía irreverente, huyen de la seriedad fútil de un empleo estable, del sordo desarraigo que los atraviesa. Una de las integrantes del Cuarteto retrata sus vidas. Es Elza, un personaje fascinante atrapado en el barrio de Petržalka, ese laberinto anclado a otro tiempo, donde el absurdo y el sinsentido asoman entre bloques de pisos de hormigón y evocan heridas pasadas que determinan la realidad de su errático presente. 

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