La antigua tradición del yoga afirma que hace unos 40.000 años hubo una Edad de Oro de la Humanidad durante la cual la práctica del yoga era el sistema más habitual y extendido para asegurarse la salud, la felicidad y la calidad de vida. Posteriormente, tras un largo periodo de decadencia, los yoguis, videntes y sabios se vieron obligados a refugiarse en las soledades del Himalaya. Sólo desde los últimos 500 años algunos de estos sabios han intentado recuperar esta antigua ciencia para mejorar la vida cotidiana de los seres humanos. ¿Cuáles son los fundamentos de esta doctrina? Según la filosofía tántrica, el ser humano tiene dos polos. El primero, llamado Shiva, reside en la cabeza, que representa a la conciencia, la observadora inmóvil, invariable, inamovible. El segundo, que se localiza en el polo opuesto del cuerpo, es Shakti, la potencia creadora, cálida e inconsciente. El yoga persigue, mediante el ejercicio y la meditación, cancelar la eterna dualidad entre los dos polos, entre el eterno observador y la naturaleza eternamente cambiante. Esta unión puede lograrse mediante kundalini, la energía ascendente, el nexo que logrará, partiendo del polo inferior, alcanzar el polo superior de la conciencia, a fin de realizar la unión. Tradicionalmente el yogui (discípulo) cultivaba la serenidad interior, la pureza y el ascetismo, Para acercarse a esta disciplina es evidente que hay que adoptar un claro posicionamiento, contrario a muchas de las nefastas prácticas y hábitos de vida de la sociedad occidental y que nos permitirá acceder, gradualmente y de forma casi imperceptible, a un despertar de las energías ocultas y a la lucidez de la conciencia.