Los escritos de Claudia Castillo viven entre la luz y la tempestad, en ese espacio indescifrable entre la creencia y la descreencia, entre el dolor y el gozo, entre lo sublime y lo cotidiano, entre los muertos y los vivos. Es esa justamente la dimensión donde la autora inscribe los más íntimos vaivenes de su alma. Es un libro que muestra dudas y realidades descarnadas, pero no faltan las epifanías. La autora nos dice, en una valiente narrativa, cómo se puede salir de las cárceles que nosotros mismos nos construimos. Los lectores de su México se sentirán gustosamente identificados con ciertas escenas de las ceremonias y los ritos enraizados en su tierra. A los de afuera, la autora nos lleva de la mano y con ella cruzamos el umbral de una dimensión mágica encerrada como en un capullo de secretos, aquella donde sus personajes van para «acomodar el alma».