Ninguna democracia esta exenta de amenaza o perturbación, defenderla amerita instrumentos de resguardo fuera del ámbito nacional. Perderla en unas elecciones es más probable de lo que parece. Sobran atentados contra la división del poder, la independencia judicial, la libertad de expresión y la pluralidad parlamentaria. Cada día son más frecuentes los gobiernos autocráticos y las dictaduras. A partir de la primera década del siglo XXI, comenzó el diseño y uso intensivo de los mecanismos internacionales de protección de la democracia (MPD). Varias organizaciones multilaterales han adoptado instrumentos, declaraciones y cláusulas que les consienten intervenir en los Estados miembros, cuyas prácticas se alejen de las reglas y estándares de un régimen democrático. Cuando un Estado miembro compromete la adopción de un MPD, autoriza que su comportamiento sea legítimamente escrutado, valorado e incluso, sancionado por terceros. Dedicado a exponer los MPD, el texto ofrece una visión crítica sobre su activación y esquemas de operación. Con la resiliencia puesta a prueba, los MPD han mostrado que son capaces de reaccionar a tiempo frente a las crisis democráticas, pudiendo ser exitosos en reinstalar instituciones y prácticas propias de un régimen democrático. Es cierto que acusan un amplio margen de ambigüedad y confusión, pero colocan en el aparador los llamados a consolidar la coordinación operativa que haga efectiva la lucha contra los amagos a la democracia.