Con su habitual genialidad, Platón nos invita a ser testigos de una curiosa conversación entre Sócrates y Menón, un joven aristócrata que quiere saber cómo se adquiere esa cualidad que los griegos admiraban en los heroes de antaño y que designaban con la palabra areté virtud, excelencia. Como suele ocurrir, Sócrates en vez de responder se transforma en interrogador, obligando a Menón a hacerse una pregunta, más fundamental: ¿qué es la excelencia misma? Después de varios infructuosos intentos, Menón se exaspera y aduce una paralizante disyuntiva: es imposible preguntarse por lo que uno no conoce, pues si no lo conoce, no sabe lo que está buscando, e incluso si lo encontrara, no sabría que lo ha encontrado. Sócrates aprovecha la ocasión para explorar un nuevo dominio de conocimiento, el conocimiento a priori, cuya instancia más conocida son las matemáticas. El Menón termina en un aparente fracaso, pero su fecundidad se hace sentir aun hoy. La frescura de su estilo y la originalidad de su contenido hacen de este breve diálogo un excelente texto de introdución a la filosofía.