No puede haber una biografía de él. Los hechos son pocos, las historias muchas. Parece que se le conoce con diferentes nombres en muchas partes de la India, apareciendo y desapareciendo a lo largo de los años. Sus devotos/as occidentales de los últimos años le conocían como Neem Karoli Baba, pero sobre todo como "Maharajji", un apodo tan común en la India que a menudo se puede oír cómo se usa para un vendedor de té. Tal y como él decía, él no era "nadie". Maharajji no daba discursos; las historias más breves y sencillas eran sus enseñanzas. Normalmente se sentaba o se recostaba en un banco de madera envuelto en una manta de tela escocesa mientras unos pocos devotos se sentaban a su alrededor. Los/las visitantes iban y venían; se les daba comida, unas pocas palabras, un gesto de cabeza, una palmada en la cabeza o en la espalda, y se les despedía. Había chismorreo y risas, ya que le gustaba bromear. Daba órdenes para el funcionamiento del ashram normalmente con un grito desgarrador que se escuchaba a través del recinto. A veces se sentaba en silencio, absorto en otro mundo al que no podíamos seguir, pero la dicha y la paz nos abrazaba. Quien era, no era más que la experiencia de él, el néctar de su presencia, la totalidad de su ausencia que ahora nos envuelve como lo hacía su manta a cuadros.