La última novela de Vladimir Nabokov: una summa de su proyecto narrativo y una despedida por todo lo alto. Cuando Vadim era un niño de siete u ocho años, huraño e indolente, su tía abuela le decía: "¡Mira los arlequines!". Él preguntaba: "¿Qué arlequines? ¿Dónde están?", y ella le respondía: "Oh, en todas partes. A tu alrededor. Los árboles son arlequines. Las palabras son arlequines. Junta dos cosas (bromas, imágenes) y tendrás un triple arlequín. ¡Vamos! ¡Juega! ¡Inventa el mundo! ¡Inventa la realidad!". En ese episodio infantil, la tía abuela parece animar a Vadim a elegir la profesión que escogerá: la de escritor, inventor de ficciones, de mundos. Ahora Vadim es un anciano al que le ronda la muerte y que evoca su vida: su infancia en el San Petersburgo prerrevolucionario, sus posteriores andanzas por Europa y Estados Unidos, sus cuatro esposas y su hija, su extraña enfermedad, sus novelas...

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