El puente de Coca, en una California imaginaria, es el sueño de cemento y acero de John Johnson, un alcalde megalómano. Un proyecto que surge tras una estancia en Dubái donde el político, al que todos llaman el Boa, experimenta un verdadero rapto místico ante la proliferación de rascacielos, se contagia de la fiebre del progreso y decide propagarla en su ciudad. Tiene en mente una idea única, sacar a Coca del anonimato provinciano en que dormita tranquila para introducirla en la economía mundial, convertirla en la ciudad del tercer milenio, polifónica y omnívora, destinada a la satisfacción, al gozo, a la experiencia del consumo.

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