Nadja aparece como una obra compleja, densa en significados y claves, aun en contra de la voluntad expresada por su autor. En ella, al lado de la relación experimental que mantuvieron Breton y la protagonista aparente del relato, figuran las formulaciones esenciales del Surrealismo en el período al que pertenece, a veces simplemente apuntadas, en otras ocasiones más desarrolladas, así como el conjunto de rasgos de la escritura bretoniana. Breton concedió a Nadja carácter de documento experimental y esta fue, según él, la única razón que lo impulsó a componerlo. La lectura de Nadja no es cómoda y a menudo se hace desconcertante, ocultando todo un entramado de claves que comprometen muchos más campos de reflexión de los que su autor aparenta. Las 48 ilustraciones que acompañan al texto responden a una reflexión teórica del autor: su objetivo es suprimir las descripciones en el texto, subrayando el carácter pretendidamente no literario del relato. Una obra, en suma, con la que Breton no quiso crear "literatura" en el sentido convencional del término, pero que se sirve de la escritura en un proceso cuya expresión también, pero no sólo, puede ser literaria.

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