Desde su título, este minucioso diario que el artista y cineasta Derek Jarman escribió entre 1989 y 1990 aborda una pregunta crucial para los intereses no solo de la militancia y las expresiones LGBT, sino también de la mayoría de las identidades contemporáneas. ¿Qué relación puede establecer con la naturaleza una subjetividad marcada, desde la cultura, por el sesgo de lo “antinatural”? Y en todo caso, ¿con qué naturaleza? A las imágenes de la norma, el hábito y la regularidad, estas páginas oponen el ámbito de lo silvestre, lo espontáneo, de aquello que logra hacerse lugar incluso ante condiciones adversas; a toda concepción de la naturaleza como un orden atávico u originario, oponen una experiencia material en que lo natural es la mutación y el pasado –encarnado en el fantasma de la erudición– no es más que un ensamble de restos de la historia. La cultura es lo dado; la naturaleza, lo que se cultiva.

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