John Pawson, considerado el padre del minimalismo arquitectónico, ha definido a este movimiento como el proceso de perfeccionar un artefacto o un espacio que ha llegado al límite de su reducción. El funcionalismo en el diseño y la decoración interior tiene en común ese objetivo, volver al punto inicial de la naturaleza arquitectónica donde nada superficial u ornamental sea parte de la escena, donde la función sea perceptible y todo espacio se convierta tan eficaz como confortable sin menosprecio de la belleza. De ahí, lo evidente que resulta el hecho de que la elegancia y la sobriedad, sean atributos exaltados cuando se diseña. Unificar puede ser el reto más importante que el funcionalismo demande, debido a su evolución en el tiempo se ha permitido que hoy en día se integren más colores, más detalles, más elementos decorativos con resultados francamente sorprendentes; sin embargo, dentro de esa expansión del propio estilo, algo se ha conservado celosamente: la armonía. Nada puede atentar contra ella, es el valor más preciado para el ambiente y la arquitectura interior.