El hombre -afirma ERNESTO SÁBATO- se expresa para llegar a los demás, para salir del cautiverio de su soledad. Es tal su naturaleza de peregrino que nada colma su deseo de expresarse. Es un gesto inherente a la vida que no hace a la utilidad, que trasciende toda posibilidad funcional. El aserto, aunque referido a cuestiones seguramente más fundamentales que las exclusivamente vinculadas con el quehacer científico -si como tal puede calificarse al que le es propio a la dogmática penal-, cobra significación especial en este ámbito. Es que, aquí, las opiniones, los pensamientos, las tesis son formuladas con destino de exposición, saltan a la palestra de la disputa, para enfrentar el debate, la controversia, el reproche, si no les toca la desdicha de ser retribuidas con la falaz moneda de la acrítica credulidad. Sólo la discusión abierta de las ideas, en definitiva, posibilita un camino sólido hacia la verdad, ya que la palabra discutir encierra un sentido más fuerte que el de un simple intercambio de pareceres: etimológicamente quiere decir sacudir, derribar, zarandear algo para que demuestre si tiene sólidas raíces o incluso arrancarlo de su suelo nutricio para que las enseñe y puedan ser comprobadas