En Odio, su tercera novela, Adriana Díaz Enciso nos muestra con el aliento poético que caracteriza su escritura, una visión prohibida por la historia moral de las emociones: la del odio como fuerza liberadora y fructífera. Narrada por una voz al mismo tiempo lírica y precisa, ésta es disección de una aventura espiritual en que todos hemos participado: la del enfrentamiento con las convenciones y la esterilidad emotiva; la lucha por rescatar la vida de los estrechos féretros en los que las sociedades suelen tratar de sepultar la fuerza de sus artistas y, por último, el esfuerzo de saber y entender, pecado que originó nuestra expulsión del Paraíso. Odio es, también, la historia de una separación, la primera y más dolorosa: la escisión de la madre, de la familia. Separación esencial y negada, confesada apenas en algunos mitos y cuentos medievales, temible como un asomo de la muerte, es el cauce por el que fluye esta historia. Aquí, acechado por la melancolía en los largos corredores de un hospital; amenazado en medio de equívocas pesadillas infantiles y rebelándose dentro -pues es allí donde realmente nos ocurre todo- de un cuerpo enervado por la poesía y la rabia, un destino se decide. Acompañada por ángeles terribles y por las visiones de William Blake, la protagonista resuelve vivir. Y, escuchándola, sabremos que el Odio no era otra cosa en realidad que la violencia que mueve al amor por el mundo.