Durante buena parte de esta novela Gonzalo es un poetastro que quiere ser poeta y un padrastro que se comporta como si fuera el padre biológico de Vicente, un niño adicto a la comida para gatos que años más tarde se niega a estudiar en la universidad porque su sueño principal es convertirse -también- en poeta, a pesar de los consejos de Carla, su orgullosamente solitaria madre, y de León, un padre mediocre dedicado a coleccionar autitos de juguete. El poderoso mito de la poesía chilena -un personaje secundario dice, aludiendo a los veredictos de la Academia Sueca, que los chilenos son bicampeones mundiales de poesía- es revisitado y cuestionado por Pru, una periodista gringa que se convierte en testigo accidental de ese esquivo e intenso mundo de héroes e impostores literarios. "La verdadera seriedad es cómica", decía Nicanor Parra, y esta novela sobre poetas que desprecian las novelas lo demuestra brillantemente.

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