Para Diana el amor por el lenguaje es esencial tanto en su trabajo actoral como en su acercamiento a la literatura. Desde niña escribe poemas y amó la lectura que su papá, el gran cineasta Julio Bracho, le inculcó desde que la enseñó a leer a los tres años. Tanto en la escritura como en la actuación, el principio de «menos es más» está en el centro de lo que expresa. Rechaza el lugar común en las dos disciplinas como regla expresiva. La admiración por la poesía japonesa y su síntesis es su referente y la metáfora nutre tanto su actuación como su escritura. Y siempre su trabajo está enriquecido por imágenes, por la imaginación. Dos disciplinas que podrían ser antípodas se encuentran y se conjugan en lo que Diana crea en un escenario y en una hoja en blanco. Y las dos animada por la palabra.