QUE NADA, EL
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Toda agua implica una gesta. Esto lo sabemos o lo intuimos. “Voy a través”, se dice en este nuevo libro de Myriam Moscona, que discurre sobre el agua, y entendemos que esa travesía es una épica personal, de vida y muerte. Porque el nadador (el que nada) es una entidad naturalmente literaria, y más aún, lírica: en su elemento coinciden el ritmo y la liturgia, la total introspección y el orbe material, la bella y confusa idea de lugar, las heridas que se cierran y se abren, la esclusa abierta de las metáforas, el canto de la respiración, el Tiempo, la conciencia de la fatalidad y un ingrávido etcétera. Moscona ha sabido incorporar esos poderes en El que nada, y lo ha hecho a través del contagio, la asimilación y el palimpsesto: este librito parece escrito sobre el agua, que a su vez es escritura; cada poema una brazada, cada verso un respiro y cada letra una hendidura fugaz. Adentrarse en sus páginas es asumir el rol del que nada, leer desde ese dúctil esfuerzo, protagonizar la gesta.

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