La vía al dominio de los secretos de la lengua atraviesa varios puentes, pero uno es realmente fundamental si se pretende conocerla por sus orígenes: la Etimología, disciplina lingüística que descubre las formas esenciales, el desarrollo y el significado de las palabras que integran el vocabulario de una lengua, aunque, en ocasiones, sus formas primeras, sus raíces, se escondan detrás de los cambios producidos en su expresión por los muchos siglos de uso. Las etimologías de origen latino son, más que ningunas otras, básicas para el estudio de la conformación de la lengua castellana, si se toma en cuenta que su inventario léxico, es decir, el conjunto de su vocabulario, aun evolucionado, es fundamentalmente el mismo que el de aquel latín esparcido e impuesto en todo el occidente y parte oriental de Europa desde principios del primer milenio y más adelante en tierras americanas. Poco más del ochenta por ciento del léxico castellano es de sangre latina; varias decenas de miles de palabras cotidianamente empleadas en todos los ámbitos de la vida son herencia del latín, que en su versión moderna, como lengua castellana, dan expresión a la realidad.