Novela de aventuras que se inicia a comienzos del siglo XVI en las costas bálticas, donde unos extraños monjes tienen su convento. De allí deciden peregrinar a Roma, donde reina León X, y en la ciudad de los Papas se ven envueltos en extrañas conjuras promovidas por diplomáticos españoles y portugueses que luchan por repartirse la recién descubierta América. El autor (n. 1963) muestra, en ésta su segunda novela, la misma inclinación que ya manifestó en la primera, "El diccionario de Lemprière", por los argumentos complejos, desarrollados a lo largo de un elevado número de páginas. Su intención parece ser la de abrumar al lector con su capacidad para enredar y estirar hasta la saciedad un tema narrativo bastante ambiguo que le sirva de pretexto para hacer continuos despliegues de erudición y de imaginación. Su tendencia a anteponer cantidad a calidad en la labor creativa conduce a una progresiva pérdida de interés de lo narrado, pese a los esfuerzos innegables que realiza de barroquismo estilístico y variedad ambiental. Las habituales referencias a la corrupción reinante en la corte papal del Renacimiento quedan explícitas en descripciones de sexualidad licenciosa y devociones fanáticas. La obra acusa una falta de cohesión interna que desvincula unos de otros a los personajes, y a todos del conjunto de la trama, hasta convertirse ésta en una sucesión poco articulada de episodios grotescos y esperpénticos que a nada conducen, salvo a una visión paródica de la historia y de la religión, basada en la caricatura ridiculizante.