Ristra de abalorios
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Ristra de abalorios. Las dos palabras que construyen este título tienen su miga y nos sugieren qué vamos a leer. La ristra primera que viene a nuestra mente es la de ajos, aquella que nos protege de los vampiros, materia de Conferencia de vampiros, el primero de los libros escrito pero el último de los que conforman esta recopilación de abalorios. Y eso, abalorios, nos sugiere una joyería de mentiras, pero no falsa. Para Francisco Segovia el relato es un espacio de juego lúdico que en cierta manera lo libera de la densidad de la poesía y el ensayo, otros géneros que ha frecuentado y que, sin embargo, le propone, aunque no lo obliga, a respetar normas y códigos de la tradición cuentística. Con una prosa versátil Segovia usa las anécdotas para provocar una vuelta de tuerca, nunca la última, siempre habrá otra posible, y a jugar incluso con esa página perfecta que parece haber detrás de sus modelos —Borges, Arreola, Felisberto Hernández— a la que parodia hace que alcance esa imposible perfección en la risa, más sonrisa que carcajada, y en el guiño cómplice a su lector. Esos abalorios son joyería de fantasía, y eso, la fantasía provocada por el propio texto, es la que le interesa al autor desde hace ya más de treinta años, cuando se publicó la primera edición de Conferencia de vampiros, luego en Abalorios y otros cuentos, y todavía más en Sarta de abalorios, a la que se agrega en esta edición unos cuantos textos inéditos. Pero en realidad la palabra ristra puede designar un conjunto de frutos, cosas o hechos hilados por una condición común. El relato para Segovia es un bibelot, en clara referencia al modelo mallarmeano, que en todo caso si tuviera una posibilidad de ser abolido sería por su gracia misma. En ese sentido los relatos son a la vez muy modernos y muy clásicos, lo que más que contradicción es una condición necesaria. Por eso sus referencias pueden ser muy diversas y, sin embargo, siempre literarias (o hasta lingüísticas y lexicográficas) pues son cuentos habitados por el cuento mismo, cuentos contantes y sonantes, como suele ser todo abalorio.

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