Me piden que escribas poco para hablar de algo muy grande como es este libro. ¿Es posible esa operación? Esta colección de cuentos de Edagrdo Arredondo confirma que sí: la brevedad y la concisión no riñen con la profundidad del alma humana. Sólo hay que saber cómo extirpar -por usar término clínico esa emoción enquistada, ese doloroso sentimiento que sigue haciendo metástasis en la memoria, y que habrá de modificar sin remedio el destino de sus presonajes. La venganza, la culpa, pero también el perdón y la esperanza pasan, en esta obra, por esa pluma con esencia de bisturí tan propia de nuestro escritor. Viéndolo con calma, se advierte que -como decía Pablo Neruda- estos relatos fueron escritos más cerca de la sengre que de la tinta. Y por eso serán leídos, sin duda, a corazón abierto. Esta dulce herida (el recuerdo de estos cuentos) no cerrará jamás. Joaquín Tamayo