La presencia de la muerte es habitual en toda la narrativa de Mréjen, pues ella misma (como ya recordó en alguna novela anterior) perdió a su madre siendo adolescente. Muchos años más tarde, la autora se pregunta cómo sería un imposible reencuentro entre las dos. La voz de la narradora se identifica en el texto como "la hermana mayor", "la niña de siete años y medio", "la mujer de cuarenta y dos", etcétera, y fantasea con la idea de pasear por París con ella, de vuelta a la vida, y de cómo podrían retomar su relación, interrumpida tan tempranamente. Las muertes que aparecen en esta novela son casos que Mréjen conoció de primera mano o que alguien le contó.

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