La bellísima Tais, cortesana de Alejandría, que vivió en el siglo IV después de Cristo en el Egipto romano, tiene prendado al abad Pafnucio, que se empeña en redimirla, entre otros motivos, porque estaba loco por ella. Y lo consigue, pues esta abandonó su vida de lujo y desorden e ingresa en un monasterio de religiosas por voluntad propia, sometiéndose durante cinco años a un estricto encierro en una celda mínima e insalubre, de la que salió solo para morir (eso sí, en olor de santidad).

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