Según la revista Time, este libro es «la obra periodística más decisiva de la historia». Gracias al trabajo de sus autores en torno al Caso Watergate, Richard Nixon terminó dimitiendo para evitar el proceso de destitución conocido como impeachment. Los resultados de esas investigaciones se publicaron en el Washington Post y recibieron el Premio Pulitzer en 1973. La historia que aquí se cuenta es real, pero sería muy difícil hallar una novela política tan apasionante como esta. Pese a las amenazas recibidas y la reserva (cuando no la hostilidad) de otros medios, Bernstein y Woodward lograron pillar con las manos en la masa al presidente que había convertido la Casa Blanca en «una empresa criminal», como ellos mismos afirman en el epílogo de esta nueva edición cuarenta años después de los hechos narrados. La intriga arranca la noche en que cinco individuos provistos de cámaras, micrófonos, ganzúas y guantes de goma fueron detenidos cuando intentaban penetrar en el apartamento del edificio Watergate donde estaba instalado el cuartel general demócrata para las elecciones de 1972. Woodward, un reportero novato, fue enviado a cubrir la noticia. Aquello olía a chamusquina. Tres de aquellos sujetos eran de origen cubano y dijeron ser «anticomunistas» profesionales cuando declararon ante el juez. Otro aseguró que había trabajado para la CIA. Woodward, enseguida apoyado por Bernstein, comenzó a tirar del hilo. ¿Estaban frente a un caso de espionaje político? Como se narra en este libro, los dos periodistas lograron obtener confesiones que poco a poco apuntaban hacia el propio Nixon. Las pruebas acumuladas mostrarían cómo el presidente había orquestado una compleja operación clandestina que atentaba contra la esencia misma del sistema democrático. Este relato cobra una imprevista actualidad cuando la Casa Blanca está ocupada por otro (y no menos peligroso) aprendiz de brujo, pero si merece ser reeditado con todos los honores es, al fin y al cabo, porque ninguna otra investi