He disparado armas de fuego con Ludacris, me ha secuestrado Courtney Love, he hecho llorar a Lady Gaga, he comprado pañales con Snoop Dogg, me he ido de copas con Bruce Springsteen, he intentado impedir que arrestaran a Mütley Crüe, he volado en helicóptero con Madonna, la CIA me ha enseñado a leer la mente, he tomado un baño caliente con Marilyn Manson y he metido a Christina Aguilera en la cama. En eso consiste mi trabajo. He trabajado en revistas y periódicos que me pagan por entrar en las vidas de músicos, actores y artistas para descubrir quiénes son en realidad bajo la máscara con la que se presentan en público. Sin embargo, llevo dos décadas haciéndolo mal. Dejé de hacer justicia a la realidad. Porque no importa lo que pase durante una entrevista: una vez terminada, la fidelidad del escritor es para el deadline inminente, el estilo y el tono de una publicación y las prioridades del director. De modo que para preparar este libro volví a revisar las grabaciones, notas y transcripciones originales de mis entrevistas y seleccioné los mejores momentos entre los más de tres mil artículos que he escrito a lo largo de los años. Pero, en vez de centrarme en los que dieron que hablar, vendieron más revistas u obtuvieron mejor acogida, busqué la verdad y la esencia detrás de cada persona, historia y experiencia. A menudo la descubrí en algún detalle que antes había pasado por alto: un silencio incómodo, un pequeño malentendido o una idea que había quedado condensada en escasas palabras. Otras veces, la encontré en algo más dramático, como una confesión emotiva, un encontronazo con la policía o un episodio psicótico inducido por las drogas. Aunque pasé semanas trabajando en alguna de esas historias, he comprendido que la mayoría de las veces lo único que hacía era esperar a que se me revelara un solo momento de verdad o autenticidad. Al fin y al cabo puede decirse mucho de una persona o situación en un minuto. Pero solo si se elige el minuto correcto.