La depresión se debe a un desajuste de la química cerebral pero también a una falta de equilibrio con el mundo. Las cosas parecen perder su balance y ocurrir a un ritmo al que no estamos acostumbrados. Nos sentimos rezagados, olvidados en un punto incierto de nuestro camino. “A mitad del camino de la vida / me hallé perdido en una selva oscura / porque me extravié del buen camino”, rezan los versos clásicos con que inicia la Divina Comedia. El reajuste de la química cerebral es labor psiquiátrica, pero la recuperación del equilibrio con nuestro entorno es tarea de nuestra voluntad brutalmente dañada por el trastorno depresivo. Se necesita una fuerza extraordinaria para enfrentar el día a día sin sucumbir. “Ando medio depre”, solemos oír cuando alguien quiere decir que se siente triste. Hay que insistir: tristeza, melancolía y depresión no son términos equivalentes. Dos son estados de ánimo y una es un trastorno clínico que requiere tratamiento especial.

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