Hace un par de años conocí a Esteban M., en circunstancias para mí inéditas: recibir a un abogado en el ejercicio de su profesión, que había cursado sus estudios en la cárcel de Devoto, en Buenos Aires, y que se encontraba en libertad provisional. Experimenté la sensación ambigua de departir con quien, sancionado por la ley, al mismo tiempo la ha adoptado como herramienta profesional. Sentí tanta sorpresa como curiosidad por conocer la experiencia vivida por Esteban. Incluso lo invité a formar parte de mis clases. Fue así que percibí el enorme valor didáctico de la experiencia de Esteban para filosofar sobre la pena y su lógica. Su gran vivacidad intelectual y entusiasmo en relatar sus experiencias personales despertaron en mí la idea de ponerlas al alcance de un público más vasto, reconstruyendo esas vivencias desde el momento mismo de su ingreso a prisión.