Una quinta parte de "La verdad sobre Marie" la ocupa una escena antológica que ningún lector podrá olvidar: el embarque de un purasangre en Narita, el aeropuerto de Tokio, a bordo de un Boeing 747 cargo de Lufthansa. Es de noche, llueve a cántaros. Zahir, despavorido, entre el furgón que lo ha traído y el box que va a ocupar, ha despistado a sus escoltas japoneses, a su propietario francés, a los abogados de éste y a su amiga con su pila de maletas y bultos... El caballo se ha sumergido a todo galope en la chorreante oscuridad del aeropuerto. Tres vehículos se han lanzado en su persecución. Ha quedado paralizado el tráfico de aviones. ¿Cómo encontrar, rodear, apaciguar y domeñar al purasangre enfurecido a cuyo mozo de cuadra han cometido el error de despedir la víspera, y al que, habida cuenta de su fama y de su precio, no pueden sacrificar ni herir? Épico y regocijante. Alejandro Dumas pasado por el Nouveau Roman. Flaubert narrándonos un grave incidente en la zona de carga de Narita. Hay elementos de fatalidad antigua en esa literatura tan moderna por su escritura y por sus mecanismos. Se advierte que el novelista valora los contrastes, las disparidades, los símbolos antinómicos y que, al igual que Marie, no cierra nada. "Resultaba exasperante, ni siquiera cerraba los libros, los dejaba abiertos boca abajo, junto a ella, en la mesita de noche, cuando interrumpía su lectura." Del mismo modo, Jean-Philippe Toussaint, cuando interrumpe en algún lugar su escritura, aquí en la isla de Elba, deja abiertos sus libros para escribir otros.

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