Walter Benjamin dijo que toda gran obra crea un género o acaba con él: estas Vidas minúsculas parecen cumplir ambos movimientos en uno solo. A través de sus ocho capítulos Michon era la figura del biógrafo biografiado, o de una autobiografía hecha a base de la reconstrucción de las vidas ajenas: vidas minúsculas de sus abuelos, sus compañeros de clase en un internado de la provincia francesa, de aquel niño huérfano que, como un «Rimbaud fracasado», se va a África en busca de una fortuna quimérica. Mezcla sabia e irrepetible de géneros para crear un género nuevo, el lector perspicaz apreciará cómo toda una zona de las letras francesas de hoy en día sale de este pequeño volumen: de la forma en que Michon mezcla dosis exactas de Flaubert, Rimbaud, Faulkner, Proust y Jean Genet para dar con un tono nuevo, tierno y seco a un tiempo, un estilo extremadamente preciso hecho de minuciosas combinaciones de información e invención, de memoria y reescritura de la memoria. Con motivo de la publicación de Rimbaud el hijo ya señalábamos que Vidas minúsculas, primer libro de Pierre Michon, es reconocido en Francia como uno de los clásicos indiscutibles de las letras contemporáneas. Publicado originalmente en 1984 por Gallimard, sólo los críticos más agudos –y el jurado del premio France Culture– supieron ver lo que este libro suponía: una corriente de aire fresco y, al mismo tiempo, un puñetazo en el estómago a las letras epigonales, ensimismadas y solemnes de aquellos años.

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