El virus de la fama
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El virus de la fama

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Quizá uno de los colectivos que más golpeado ha resultado a nivel simbólico por el Gran Encierro (subrayo lo de simbólico porque es uno de esos colectivos, como los de altas finanzas, seguros y otros similares, que en términos económicos prácticamente nunca pierde) ha sido el de las celebridades.

A la manera de un kármico principio basado en algún refrán del estilo de “El que a hierro mata, a hierro muere”, han sido las redes sociales –mismas que les han permitido encumbrarse como quizá nunca antes en recientes años, prescindiendo de toda mediación tradicional en el camino (agentes, disqueras, prensa especializada y demás)– las que han comunicado al mundo sus distintas formas de buscar atención desesperadamente, para tan sólo lograr hacer un gran ridículo ante una pandemia que, al resto de la población, le afecta en la salud, el bolsillo, la incertidumbre del horizonte y demás.

La lista es demasiado larga como para hacerla exhaustiva, pero el apocalipsis provocado por el coronavirus nos ha permitido ver a Madonna dar vergüenza ajena mientras canta que se le acabó la pasta al ritmo de “Vogue”, o cuando sale desnuda en su tina, rodeada de pétalos de rosa, con rostro y voz de compunción, filosofando sobre cómo al virus: “No le importa cuán rico seas, cuán famoso seas, cuán gracioso seas, cuán inteligente seas, dónde vivas, cuántos años tengas, o las maravillosas historias que puedas contar”, pues, “es el gran nivelador” y por ello “lo que lo hace terrible, lo hace también maravilloso”. (Claramente no ha leído ni medio artículo donde se detalla cómo las poblaciones marginadas económicamente mueren a mucho mayores tasas, ni las noticias sobre el desempleo o el hambre que ocasiona la epidemia. Fuera de esos pequeños detalles, tiene toda la razón, afecta a todos por igual). En el mismo tenor, Liam Gallagher subió un video donde nos recuerda lavarnos las manos entonando “Wonderwall”, David Geffen subió a Instagram una foto de su yate de 590 millones de dólares navegando por las islas Granadinas, conminando a la gente a mantenerse a salvo, y numerosas celebridades procuraron levantar la moral colectiva colaborando en videos donde cantan con el corazón en la mano tanto “Imagine” como “Cielito lindo”.

En perfecta sintonía con el avión que ha surcado el cielo de Guadalajara con la pancarta “Ay, Jalisco, no te rajes”, las celebridades nacionales decidieron no quedarse atrás en la competencia por degradarse, y Eugenio Derbez nos regaló el video donde denuncia indignado las condiciones sanitarias de un hospital de Tijuana, que fue pronto desmentido por una doctora que… trabaja en ese hospital. Mayor estilo y glamour exhibieron Thalía y Paulina Rubio, subiendo ambas videos donde esperemos al menos se encuentren tan drogadas como parecen, quejándose en tono jovial (¡bendito MDMA!) de las dificultades que les produce el encierro (“Help, coronavirus, muy contenta, emocionada, todo esto es nuevo para todos nosotros” es una de las frases célebres del video de Paulina Rubio, mientras que Thalía nos comparte que se le “está friendo el fucking cerebro” por las dificultades del sistema de aprendizaje en casa para sus hijos, incluída la dificultad para mandar a imprimir archivos desde su iPhone). Pero quizá la joya queda reservada para Carlos Villagrán, actor que personificara al legendario Quico de El chavo del ocho, quien asegura que el virus no existe y es una invención para obligarnos a permanecer en casa encerrados, para que mediante la colocación de antenas 5G en distintos lugares públicos, para el año 2030 seamos todos víctimas de una masiva operación de control mental. 

Es cierto que todo esto ofrece oportunidad de soltar una buena carcajada en medio del caos, pues lo más divertido es que donde antes eran los pérfidos paparazzis quienes cazaban a los famosos para exhibir sus desfiguros, en todos estos casos se trata de cuestiones enteramente voluntarias, donde las celebridades parecerían a nivel inconsciente preferir la inmolación pública antes que el temido fenómeno de permanecer por unos días –o meses– fuera del ojo público, mientras millones de personas padecen y tratan de contener los devastadores efectos de la pandemia. 

Pero quizá no es esto ni siquiera lo más deplorable de las celebridades frente al coronavirus (dejando de lado la canción que Bono les endilgó a los pobres italianos, justamente en el punto más álgido de su crisis sanitaria), sino la compulsión a enviar mensajes dando órdenes (por más que se exprese con voz suave y gesto dramático, toda expresión del imperativo no deja de ser una orden) a la población sobre cómo actuar ante la crisis, cuestión que creo que si se mira bien es un tanto cuestionable a varios niveles. En primer lugar, se presupone que la fama o el número de seguidores constituyen algún tipo de fuente de sabiduría desde la cual se puede orientar a la gente sobre cualquier tema. (Contrástese con la respuesta de Jürgen Klopp, entrenador del Liverpool, cuando le respondió a un periodista de ESPN: “Son las personas con conocimiento las que deberían decirle a la gente que haga esto o lo otro y si esto está bien o no. No entrenadores de futbol”). Pero además, ahí donde Madonna, Gallagher y demás tan sólo se ridiculizan buscando promoción, el afán de protagonismo desde un lugar de supuesta seriedad y solidaridad resulta en mi opinión incluso más pernicioso, pues además de la ingente condescendencia implícita en el ejercicio (¿en verdad cree alguna celebridad que si no le pide a la gente que se lave las manos o se quede en casa, no sucederá?), la pretendida democratización de lo virtual no hace sino intentar difuminar las condiciones económicas reales que separan por galaxias a las celebridades de aquellos millones de habitantes-fans a los que van dirigidos sus mensajes, espetados desde un supuesto plano de igualdad simbólica. Quizá se podría condensar el altruismo mediático de los famosos en un video que colgaron en la genial cuenta de Twitter, “Cosas de Whitexicans”, donde un señor (no famoso, eso sí) se hizo filmar en un supermercado comprando dos cosas de cada producto, para luego magnánimamente regalarle una frente a la cámara al señor cuyo trabajo consistía en empacárselo en bolsas.

O, para concluir con un poco más de style, también se puede condensar el estrepitoso bochorno del colectivo de los famosos ante el coronavirus afirmando que sin duda, contra todo pronóstico, Anahí ha sido la celebrity que mejor librada ha salido del asunto, entre quienes no han optado por la dignidad del silencio, claro está. Quién lo hubiera pensado.

Eduardo Rabasa

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