Gotitas respiratorias o lávese las manos por favor
La presencia de virus, bacterias, hongos y protozoarios como parte de nuestro entorno ambiental es una realidad desde antes de que el homo sapiens apareciera en la tierra.
Para que exista una Pandemia no es necesario que la enfermedad afecte a muchas personas, sino que se encuentre en muchos países y tenga un mismo origen en todos ellos.
El extraordinario progreso en el desarrollo de antibióticos y Vacunas durante la primera mitad del siglo XX llevó a pensar que había llegado el momento de cerrar el capítulo de las enfermedades infecciosas y declarar como ganada la guerra contra ellos.
Por otro lado en momentos como este, donde el coronavirus representa una nueva amenaza para la salud mundial, es imposible dejar de lado a los científicos, que arriesgando sus vidas, investigaron las causas de enfermedades como la peste, el cólera, el sida o El ébola. Y sobre todo pensar, como en una película de ciencia ficción en la primera pieza, el famoso «El Paciente cero», la primera persona que contrajo la enfermedad, clave y misterio para descubrir el origen y evolución de cualquier padecimiento.
Cuando un enemigo es invisible, podemos subestimar su alcance, dejarlo en un limbo protector para evitar temores irracionales o como una mera «conspiración», llámese «cortina de humo». Lo cierto es que las Enfermedades infecciosas han sido parte de la vida del ser humano y también de la literatura.
Aunque lo obvio sería mencionar Ensayo sobre la ceguera, El amor en los tiempos del cólera, La peste, Soy leyenda o El Decamerón; nuestra propuesta sería regresar a Jack London y a su peste escarlata. Dar un salto al sur y desde una mirada contemporánea, acercarnos al miedo como lo hace en Samanta Schweblin en Distancia de rescate. O asomarnos a los rituales de salvación como lo plantea Edmundo Paz Soldán en Los días de la peste.
No queremos minimizar o hacer oídos sordos a lo que sucede en el mundo, pero no olvidemos que de alguna forma la literatura funciona como una cura anímica. Mantengamos el buen humor, aprovechemos la ficción. Es justo en El murmullo de las abejas, que Sofía Segovia se detiene en los estragos de la influenza española, la epidemia de gripe que acabó con millones de personas en el mundo, pero su mirada es simpática y por momentos chusca.
Mientras elegimos que libro nos servirá de antídoto, por favor cúbrase de las gotitas respiratorias y lávese las manos por favor.