Kintsugi
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Kintsugi

El arte de reparar y hallar la belleza en objetos rotos.

¿Qué es la poesía sino el arte de reparar lo roto? El alma rota, y el corazón roto y la vida rota pueden encontrar acompañamiento y restauración en el poema. Sin duda el poema en lo práctico nunca repara nada, pero en lo anímico sí. Leer poemas es una actividad de auto-acompañamiento y de cambio porque , ante todo, esta actividad sencilla trabaja intensamente con el lenguaje y el lenguaje nos reafirma moviéndonos. Este movimiento implica una reorganización y ese es el misterio de leer poesía, porque ahí no hay trama, ni personajes, ni espacio que nos distraiga de nuestro propósito sino que sólo hay un mecanismo lingüístico al que llamamos poema.

¿Qué encontramos en un poema? Acompañamiento y, en los mejores casos restauración.

Los textos de Kintsugi nos acompañan de mucha maneras. Por ejemplo preguntándonos por nuestra identidad:“Quién eras cuando guiñábamos en esquina/entre sabanas y jardines” Nos acompaña el asombro de estar vivo: “uno ve las aves/ de vez en cuando imaginando/qué sería vestirse de viento”, o frente a la angustia que nos causa la muerte: “Algún día terminará este renacer interminable”; o lo que buscan son versos fuertes, lean el tercer poema.

Si son lectores pesados y quieren juzgar al poema por las figuras retóricas pues aquí les regalo un hipérbaton: “Cuando tu cintura a otras manos da la bienvenida”.

En Kintsugi hay música y juegos de lenguaje. De ahí que el poeta se permita hacer esto: “nuestras caricias/tersas y salvajes como adioses/ como dioses sin templos y sin cultos”, o este otro “de los buques y tocar las nubes” en donde la rima interna del verso está a un pelito de echar todo al traste. Aquí la pregunta es ¿hasta dónde es juego y hasta donde cacofonía? ¿cuáles son los límites?

Estas preguntas no van en detrimento del libro sino que, creo, refuerzan su interés porque, estoy seguro, ahí donde mi oído detecta un peligro a lo mejor el suyo detecta una virtud. Otra manera de manifestar el juego es recurriendo al refrán y para corroborar esto los invito a que lean los títulos de los poemas que están en la segunda sección del libro.

Maliciosamente el poeta no completa el refrán, deja que nuestra cabeza lo haga, él se contenta con escribir: “Todo lo que subes”, “Juan te llamas”, “A palabras necias” y ya nosotros completamos la información. Sin embargo, esa información, a la hora de leer el poema, a veces causa ruido porque, necesariamente, interrumpe. Es en la segunda lectura que emerge el juego en su plenitud y entonces uno se da cuenta de que el título y el poema están íntimamente imbricados: uno ilumina al otro y viceversa.

Si ustedes lo piensan bien, el poema ilustra al refrán. De eso no ha duda. De ahí que parezca una definición. Pero si dejamos ese nivel de lectura, entonces fácilmente nos movemos hacía esa categoría de la poesía que me llama la atención: los bestiarios. Se pueden citar bestiarios ilustres, como los de Arreola y los de Borges, pero también los que no son muy ilustres aún, como el de Rafael Toriz, y el efecto para mi es el mismo: una mezcla entre el misterio, la mitología y la definición.

La característica de Kintsugi es que se trata de un bestiario saturado de vida cotidiana, de esa sabiduría urbana propia de las generaciones anteriores y de Sancho Panza: Hablo con refranes. Uno no puede sino sentirse conmovido, divertido e intrigado. En esta intriga es donde radica el valor de la poesía del autor. Argel Corpus

Es evidente que el autor es investigador, investiga sus piezas y sus propias roturas. Pero se nos propone completo detrás de sus propias palabras: es un retrato poético de un individuo fracturado. No queda de más mencionar que esta exclusiva de librerías El Sótano, es una bella edición artesanal que pareciera que fuera un poema más de la colección.  David Arámburu

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