La insensata y apasionada traducción.
Blog

La insensata y apasionada traducción.

Hay sin duda cierto masoquismo en el perfil de todo traductor.

En ese obligarse a pesar de las numerosas dificultades, de la insatisfacción permanente a seguir el camino emprendido por otro. Y, al mismo tiempo, hay también algo desmesurado en ese gesto por intentar alcanzar la palabra precisa y justa, el giro perfecto. Pero hay sobre todo algo amoroso, es decir, insensato y  apasionado, en la relación con la lengua, con la manera en que el autor la impregna de sí.

En la traducción de las memorias del legendario fotógrafo Félix Nadar, Cuando era fotógrafo, que realicé para Canta Mares, hay un poco de todo eso, a lo cual debo sumar el deseo de confrontarme a otro estado de la lengua, la del siglo XIX francés, más exuberante, libre, excéntrica que la actual. Ya que no solo era cuestión de traducir entre lenguas, sino también entre épocas. Una de las tareas del traductor consiste, en efecto, en conservar la espesura del tiempo, en hacerla tangible sin saturarla de explicaciones que, en el afán –legítimo– de hacer comprender al lector la singularidad del contexto, corren el riesgo de atenuar la fuerza del texto, la posibilidad misma de que influya en nuestro presente.

En esta traducción busqué hacer resonar hoy la voz de Nadar, su ingenio, sentido crítico y humor, que tanto apreciaron sus contemporáneos. De ahí que pudiera fotografiar a las figuras más destacadas de su tiempo –Baudelaire, Daumier, Gustave Doré, Théophile Gautier, Victor Hugo, George Sand, Sarah Bernhardt– de manera única, a la vez con lucidez y empatía. Su talento de retratista se despliega también en su escritura minuciosa, lo que constituyó una dificultad más en la traducción, pues debía encontrar el tono que anima sus descripciones llenas de un sinfín de detalles. 

Las catorce viñetas, verdaderas fotografías en prosa que conforman este libro, retratan no sólo a célebres o singulares personajes –de Balzac y su miedo a la fotografía a un domador de abejas–, sino, capturan además el surgimiento de la modernidad, de su ritmo acelerado que volvía obsoleto toda novedad remplazándola por otra, de las experimentaciones técnicas que modificaron nuestra manera de percibir el mundo. Nadar nos revela mediante la vivacidad de su escritura cómo la fotografía transformó nuestra mirada –mediante el uso de la luz artificial o las tomas aéreas que fue el primero en utilizar, el aumento o miniaturización de la imagen–, nuestra relación con el tiempo al ofrecernos la oportunidad de conservar el instante.

Así, otra de las dificultades al traducirlo fue de orden referencial: en ocasiones simplemente no lograba comprender de qué estaba hablando. Su gran pasión por la invención técnica que el mismo practicó –registró un gran número de patentes– y científica lo llevaba a detenerse en aspectos y problemas propios de la ciencia y tecnología decimonónicas. Su implicación política como republicano, su labor como periodista y  caricaturista en un momento clave de la prensa escrita, su práctica de la aeronaútica me condujo a adentrarme en muy diversos vocabularios, que Nadar manejaba con alegre precisión. Numerosas investigaciones en los archivos de la época me fueron así pues necesarias. El lector encontrará en la cronología y en el aparato crítico que elaboré vínculos hacia documentos que le permitirán explorar a su vez el contexto científico, cultural y político del siglo que la longeva vida de Nadar (1820-1910) le permitió observar y capturar.

Además de una serie de ilustraciones fotográficas, esta edición incluye una introducción del renombrado especialista de la fotografía Eduardo Cadava (Universidad de Princeton), en una magnífica traducción del inglés de Fabiola Ruiz.

Melina Balcázar

Compartir:
Ver todas