Maestra en Artes Adivinatorias
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Maestra en Artes Adivinatorias

Después del triunfo inicial de MUJER EN PAPEL, Cecilia Fuentes Macedo, con nuevos bríos, se reinventa una vez más

Después del triunfo inicial de MUJER EN PAPEL, Cecilia Fuentes Macedo, con nuevos bríos, se reinventa una vez más en Facebook Live y próximamente el público disfrutará de su carisma en su propio canal de Youtube, explotando cada tarde a partir de las 17:30 (hora de México), sus talentos donde destacan la espontaneidad, el humor punzante, la ironía, el buen humor, las ocurrencias y muy especialmente esa impresionante facilidad para cautivar a la audiencia con vivencias propias y ajenas. Siempre en la búsqueda de ampliar sus horizontes, tal cual lo aprendió de sus padres, la inquieta y genial Cecilia obsequia a su público una o dos horas de risas garantizadas, entretenimiento, a la que cada día se suman más y más participantes, que quieren saberlo todo acerca del pasado, presente  y futuro (Cual si Cecilia fuese maestra en artes adivinatorias) de quien, tras más de cuatro décadas en la cultura audiovisual, se ha convertido en una acróbata de la comunicación, capacidad que le ha venido muy bien durante el vertiginoso ascenso de MUJER EN PAPEL, que la llevó meses atrás a una gira promocional por canales de televisión, estaciones de radios, sedes de periódicos y otras publicaciones; librerías, ferias y ruedas de prensa.

 

Cecilia Fuentes, muy consciente del público que iba conquistando en el contacto directo  durante las firmas de los ejemplares, captó de inmediato la fuerte conexión y química que los lectores iban sintiendo hacia ella y que, al percibirla como una mujer auténtica, artista genuina y ser humano sencillo, que se inició en el Facebook Live casi de manera accidental, cuando esperaba por una entrevista que no llegó a realizarse. Jamás imaginó que estaba forjando un nuevo espacio, ejerciendo de anfitriona, como más de cincuenta años atrás lo hicieran sus padres en la espléndida residencia de “Galeana”: un delicioso punto de encuentro, donde platicar acerca de los tópicos más disímiles incluso, se diría, más llanos y sencillos, pues México y su “intelectualidad” han cambiado mucho en medio siglo. Cuando Cecilia Fuentes está terminando de despejar la duda de algún seguidor, ya una parte de la audiencia está debatiendo otro punto; mientras otro sector está desconcertado, pues han perdido la conexión, etc. Son estos detalles, los que dan vida a los encuentros vespertinos o nocturnos, con participantes que se hallan en puntos tan equidistantes como Chile, Ámsterdam, Inglaterra, París, Canarias o Uruguay. 


 

Durante sus transmisiones diarias en Facebook, ella parece un personaje sacado de una película de Buñuel, despeinada, confundida, desplazándose por el living de su casa, ante las múltiples tareas que debe desempeñar frente a la cámara con total espontaneidad, pues todo se descubre in situ y sobre la marcha. Muy divertido resultó el día en que probando uno de los botones, fue abriendo las cámaras de algunos de los participantes, descubriéndolos en su intimidad, relajados y atentos a Cecilia.

 

La espontaneidad que se respira en cada live y forman parte del encanto y son la mejor alegoría al desconcierto que nos ha traído esta pandemia de Covid19 que la Fuentes Macedo nos hace olvidar con su humor negro, como el día que nos hizo una demostración de una serie de aparatos de luz UV y de desinfección contra el mencionado virus, que nos recuerdan a la película “Silkwood” (1983) donde Cher y Mery Streep deben desinfectarse constantemente en la planta nuclear.

 

Cada encuentro virtual de Cecilia es un paralelismo con la vida de sus padres, porque así como en 1968 su padre, Carlos Fuentes se negaba a abandonar Europa, ante los atroces acontecimientos de México en ese entonces; cincuenta y dos años después, todos sus seguidores nos refugiamos en ella para evadirnos de esta enrevesada pseudorealidad, de este individualismo desenfrenado, de esta “modernidad líquida” ante la cual sólo podemos ser prudentes, tomar medidas que estén a nuestro alcance y esperar desenfrenado. 

 

Cecilia preside las transmisiones en su trono, normalmente envuelta en la sábana que cubría a su padre al momento de su sensible fallecimiento (la cual hemos bautizado sus fieles seguidores, con distintos nombres como el “sudario” o “la sábana santa”) y, en una suerte de homenaje a las comentadas “togas parties” que se celebraban en Galeana y que a veces podían terminar en el bosque de Chapultepec. De este dato y muchos más nos pone al corriente Cecilia, en sus “directos”, dando sustento al siempre difícil arte de entretener y mantener a sus adeptos deslumbrados durante un par de horas. Así, entre los recordatorios de que compremos los números para las rifas de alguna de sus excepcionales obras pictóricas, nos vamos enterando de quiénes fueron la tía Bertha, los abuelos Rafael y Bertha, Cata, Ron, los sobrinos como Diego, Alejandro y muchos más. De las cartas de Carlos Fuentes a Rita Macedo que Cecilia lee con total frescura. Así, vamos conociendo expresiones como “chunchito amado”, se van desgranando personajes y acontecimientos muy importantes del mundo intelectual, político y cultural de los años sesenta y comienzos de los setenta. 

 

Para hacer las delicias de sus fans, Cecilia abre su corazón y no es mezquina en confesiones; lucha por no deprimirse, por tener dinero, por viajar, por tener una vejez digna. Y luego, la total identificación con su público, quienes nos vemos totalmente reflejados en ella. Quizás, el legado más maravilloso de estas transmisiones en vivo es el “timing”, el “cronos”, el devenir del tiempo… El demostrarnos tarde a tarde, como los ciclos se repiten incesantemente. Este es el tiempo de Cecilia, fruto de su perseverancia. Estas citas vespertinas o nocturnas, según sea el caso, son un homenaje a aquellas fantásticas reuniones de “Galena”, el hilo conductor entre aquellas maravillosas épocas y este nuevo tiempo, donde la siempre hermosa Julissa es el enlace, pero especialmente acerca de esos maravillosos años sesenta, cuando ella hacía la transición de cantante adolescente de rock & roll a protagonista de obras y películas vanguardistas como Los Caifanes, viajaba a festivales internacionales de cine y tomaba asiento como oyente ante aquellas interesantes tertulias de las que ella supo sacar el máximo provecho.

 

Cecilia, dejó de ser la pequeñísima niña de  brumosos recuerdos, a suplir a su madre en la siempre difícil labor de ser anfitriona. Cecilia no necesita trajinar con bandejas de café o té, ella misma se sirve su buen vaso de orangina, jugo de mandarina o café con leche. Tampoco tiene necesidad de convidarnos con picadillo cubano, como otrora lo hiciera Rita asistida por Cata, sino sentarse tranquila a degustar deliciosos sándwiches de pan negro con mantequilla y jamón. A diferencia de su progenitora, ella no debe ordenar cajas de Coñac, Whisky, Vodka o Champagne, pero si debe pedir por Internet productos para desinfectar todo y protegerse contra el Covid19.

 

Pero lo más conmovedor de todo este asunto es que al fin, Rita Macedo descansa del gran tormento mental que padeció toda su vida y así, como sus hijas están disfrutando de sus nuevas etapas, la Macedo tiene una edad de ensueño, una nueva era en la que ella al fin disfruta lo que siempre anheló y le fue arrebatado mezquinamente desde muy niña: el amor, el respeto, la dignidad, la consideración... Abandonada por una madre desconcertante a todas luces, un marido henchido de egocentrismo, menospreciada por directores de cine, subestimada por compañeros de trabajo; muchas veces cuestionada por sus hijos y no pocas veces denostada por gente que ni siquiera la conoció; dejada de lado, tirada como un juguete roto. Ella, la que tuvo que inventarse una personalidad fuerte para protegerse...

 

Llama poderosamente la atención, que muchas personas que ni siquiera conocieron a Rita, confiesen sentirse en momentos “muy tristes” y “estar llorando desde las primeras páginas”. Cuando según palabras de su hija, la propia Rita, reía a mandíbula batiente, recordando sus travesuras y las vivencias de su vida, incluso las más complicadas o comprometedoras. Al fin, Rita Macedo puede respirar tranquila, porque hoy, gracias a MUJER EN PAPEL, tiene el sentimiento verdadero y desinteresado de todo un ejército de seguidores que la aman incondicionalmente, la respetan y se interesan por cada aspecto olvidado de su carrera, que desempolvan memorabilia que se creía perdida, que conocen más datos de su vida privada, que su propia familia, tanto como si hubiesen convivido bajo el mismo techo con Rita, asesorados gracias a la paciente y diligente labor de su hija, la entrañable Cecilia, que en una edad en la que muchas mujeres se sienten derrotadas, ella mira al horizonte pletórica de cambios ¿Dónde la veremos en un año? No lo podemos predecir, pero de seguro ¡Ahí estaremos Cecilia! Por lo pronto la escritora mexicana se abra nuevos mercados, así que lo único que nos queda es  desearle ¡todo el éxito del mundo!

Fin.

Por Danny Gaudio

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