Nada es al azar
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Nada es al azar

Vuelos demorados, ojeras por desvelos atrasados y algo de hambre.

A pesar de todo, nada de eso nubló la emoción de volver a uno de esos lugares de donde no quieres irte nunca. No importan las horas perdidas, por fin estamos en Oaxaca. Caminamos rodeados de olor a chocolate con agua y pan de yema.

Ya nos corre prisa,  tenemos que alcanzar el camioncito que nos llevará hasta donde la FILO sucede. Llegamos a un parque llamado El Llano, nos recargamos sobre una antigua casona frente a donde se presume, llegará nuestro transporte. La temperatura sigue subiendo, cuando aterrizamos, creímos que esos catorce grados anunciados por nuestro piloto serían la constante meteorológica. La fila se alarga, rostros de todo tipo integran un variopinto grupo que se ha formado. Ante nuestros comentarios de tomar un taxi aunque no nos den comprobante, un Don de respetable y delgada figura, mira a su alrededor e intenta apaciguar nuestra impaciencia.

-No tardan, son los mismos que pasan cuando hay Guelaguetza… Lentos pero nos llevan.

Lo ignoramos un poco, comenzamos a investigar el costo de un taxi. Don Pedro no se da por vencido y comparte: 

-A tres cuadras podemos tomar un camión que nos acerque y caminar un poco por Oaxaca.

Dudamos por un momento, es casi medio día, aunque ya estamos en la tierra prometida aun no completamos la misión y el tiempo sigue pasando.

Una comitiva se une a la expedición alternativa rumbo a FILO, como prometió, a las tres cuadras ya estábamos trepados en un camión que nos dejó frente a  “Las canteras”. A pesar de que Don Pedro supera los setenta años, su andar es ágil y rápido. Cruzamos por lo que fue una antigua mina de cantera ahora convertida en teatro al aire libre (entre la coincidencia y el tiempo, recordamos a Momo).

Ya queremos llegar, el sol ya está sobre nuestras cabezas y aun no vemos ni un libro. De repente, Don Pedro nos cuenta como entre semana se escapaba a tomar una cervecita y ahí sentado en alguna plaza del centro observaba a lo lejos la carrera del maestro Toledo. Siempre con cara de lucha y semblante bondadoso. Don Pedro se detiene y con él,  el relato. Queremos saber más sobre Francisco Toledo volando papalotes. Nuestros caminos se separan, antes de despedirse nos recuerda que se apellida como el compositor de Canción Mixteca (nos atrevemos a cantar el coro: Y al verme tan solo y triste cual hoja al viento. Quisiera llorar, quisiera morir de sentimiento…) sonríe y se despide de nosotros diciendo: -Voy por libros y a ver que más me encuentro. Le decimos adiós y damos las gracias por su guía en todos los sentidos.

De frente nos encontramos con la afligida chica del comité organizador de la Feria que nos da la bienvenida, gafetes y programa, no llegamos a la inauguración, pero alcanzamos la presentación de Habla. Los hombres me explican cosas. Escuchamos a Rebecca Solnit mientras explica el llamado  mansplaining, un término que se ha vuelto popular en el debate feminista y que se define como un fenómeno que pasa cuando un hombre explica algo a una mujer de una forma condescendiente, independientemente de si ella sabe más del tema. Solnit no se victimiza ni agrede. Expone que el cambio en la conversación es alentador, como también lo es el creciente compromiso de los hombres con el feminismo.

FILO comenzaba a tener más vida, la mayoría de los asistentes se dirigía al Foro 4 donde Valeria Luiselli ya compartía que la narradora de su más reciente novela Desierto Sonoro es dubitativa frente a todo, y que eso le permite preguntarse cosas como autora, trabajar en el poroso terreno de las alternativas en lugar de plantar posturas. Por eso es importante llegar con preguntas a una lectura, para que el paisaje te devuelva ecos distintos, pero eso sí, siempre te devolverá algo. La única condición es estar dispuestos a entrarle al diálogo, con este libro o cualquier otro. 

Hay un problema de sonido, el evento de al lado opaca y distrae nuestra conversación con Luiselli. La presentación llega a su fin con el amargo sabor que deja la migración infantil y unos paneles mal colocados que dejan que los sonidos se filtren. 

Entramos al foro 1, Jazmina Barrera y Alejando Zambra están cómodamente sentados en un sillón sobre el entarimado de presentaciones mientras confiesan a los asistentes que la traducción del libro Pequeñas labores, nace de la necesidad de encontrar textos acerca de maternidad, crianza y bebés en el mundo contemporáneo. Después de naufragar entre manuales que coquetean con autoayuda desinformada, se encontraron esta pequeña joya de la autora canadiense Rvika Galchen que se mantiene muy lejos de la idealización y los estereotipos, y que además lo hace sin perder el sentido del humor y la empatía a lo que ahora llamaremos: la vida fragmentaria de los padres. Este pequeño libro trata de partos cotidianos, de aquellas labores que poco a poco van formando el universo.

Ya es de noche, Oaxaca está iluminada, nos llevamos la imagen de monos, chapulines y alacranes voladores, mitología provocativa y transgresora que sobrevive a su autor. Caminando por la calles del centro nos invade su arte vivo y comprobamos que nada es fortuito, aunque por ahora, la suerte esté de nuestro lado.

América Gutiérrez

FILO 2019

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