Gracias Gilbert.

NewFest y NYC Pride, en colaboración con Fontself, elaboraron la tipografía "Gilbert" en honor a Gilbert Baker creador de la bandera arcoiris, símbolo LGTB mundial. La diseñó el 25 de junio de 1978, y desde entonces, se ha convertido en uno de los diseños más potentes, reconocibles y usados del mundo.

Lo normal, lo común y lo desafiante.

Buscando la olla de oro al final del arcoíris, me di cuenta de que un escritor o escritora sólo puede ser criticado por lo que escribe, que no por su género o preferencia sexual. Aclarado este punto, me gustaría establecer que la selección que motivó este texto no responde a la orientación sexual de su autor, los libros elegidos pretenden ir más allá y tocar las fibras que trascienden para reconocer que sus historias arrojan luz sobre la diversidad del mundo en que vivimos, sobre la historia y la complejidad que nos rodea, incluso cuando no somos conscientes de ello.

Las siete novelas que integran estas recomendaciones, son obras que no están situadas como la olla de oro al final del arcoíris, sino sobre él, en la parte más alta. Su calidad literaria las coloca justo ahí. Celebremos siempre las voces diferentes y su contribución en la literatura.

 

1. Middlesex de Jeffrey Eugenides

Imagina que naciendo niña, te convences de que eres una niña, hasta que un día, en plena adolescencia, descubres que eres un niño; o peor, descubres más bien que eres ambos al mismo tiempo, o sea un hermafrodita. Esta es la crisis personal de Cal en Middlesex. A partir de este trance, el protagonista de esta novela explora el concepto de género y pone sobre la mesa su complejidad, un tema no tiene nada de sencillo, trasciende lo masculino, lo femenino, lo heterosexual y lo homosexual. El problema más grande no se encuentran en la intersexualidad de Cal; radica más bien en la universalidad de la lucha de cualquier  individuo por ser “normal”, por ser un humano común y corriente, por “ser humano”. Esta es una travesía por las minorías marginadas, oprimidas y confundidas. La construcción del género, sea cual sea, es crucial  para sobrellevar no sólo la adolescencia sino la vida.

 

2. Carol de Patricia Highsmith

El nombre original de Carol es El precio de la sal. El deseo entre mujeres siempre ha sido un tema tabú, aquellos que transgredían los limites temáticos podrían arruinar su carrera, ese fue el caso de Patricia Highsmith a quien su editorial obligó a publicar bajo el seudónimo de Claire Morgan. Esta novela lésbica tiene un diferenciador: su final es feliz. Fue una de las primeras propuesta que desafiaban al estereotipo del homosexual o lesbiana oprimido, triste y depresivo sometido a inflexibles normas morales. Esta es una prosa erótica, más bien lujuriosa y feroz que por sorprendente que parezca, termina bien, aunque durante todo el relato, la idea de felicidad va unida al riesgo de perderla en cualquier momento.

 

3. La noche se me fue de las manos de Max Ehrsam

Es importante aclarar que esta novela no sólo gira en torno al deseo y al sexo entre dos o más hombres –aunque si es su principal motor- el relato se ocupa también de plantear el problema de la diferencia entre las lenguas y las convenciones culturales que estas articulan, más allá de las curiosidades lingüísticas, se enfoca en las  expresiones que son imposibles de traducir de un idioma a otro. Esta narración va más allá de lo homoérotico y del culto a cuerpos esculturales de gimnasio, nos permite asomarnos a las grande ligas de la comunidad gay internacional. Sumergirnos a la vida nocturna, al consumo de sustancias legales e ilegales que cumplen con el objetivo de ponerte en un “estado social” que difícil de alcanzar sobrio. Es la hoguera de las de las vanidades y de las desinhibiciones. Con una prosa impecable Max Ehrsam va más allá de las nociones de sexo o género, de homosexualidad y homofobia. Nos plantea el drama humano, cuando sabes que desde niño, estás fuera de la norma establecida, es ahí, más allá de las pasiones del cuerpo, donde infancia es destino.

 

4. Orlando de Virginia Woolf

Una de las cartas más bellas jamás escritas, estaba dirigida a Vita Sackville-West y la correspondencia incluía originalmente con sugerentes fotografías de ella con ropa femenina y masculina. Vita es Orlando, un personaje que la imaginación de Virginia Woolf se transformó en un joven apuesto en la época de los Tudor, que viaja por el mundo. Orlando coquetea con mujeres y como mujer continúa seduciendo a hombres. Concebida como una parodia al género literario de la biografía, es innegable que la androginia, es el tema fundamental de esta pieza literaria, en ella Woolf defiende la equidad de género, establece que no existen diferencias psicológicas o biológicas que condicionen la libertad de pensamiento; cuestiona y desafía el papel de la escritura femenina ligada al pensamiento masculino tradicional, que despojaba a la mujer de su carácter auténtico.

 

5. El contable hindú de David Leavitt

¿Cómo se las arregla un autor como Leavitt para enfrentar el desafío de vincular la las más profundas situaciones personales con el pensamiento abstracto en una narrativa única y coherente?  La respuesta es esta novela, inspirada en la vida de tres hombres notables (Ramanujan y Hardy, el tercero es Bertrand Russell). El corazón de esta novela histórica va más allá de investigar la verdad sobre la posible solución a un largo problema matemático, es más, se podría decir que los tres grandes temas de este relato son el colonialismo,  la identidad sexual y la naturaleza de un genio.  En esta historia, se desatan una serie de descubrimientos que alteraron el curso de las matemáticas modernas y de las relaciones humanas entre los personajes, que en este caso son reales. Leavitt mezcla hechos comprobables y fantasía para mostrarnos la homosexualidad reprimida y la atmósfera sofocante de los salones académicos de Cambridge.

 

6. El color purpura de Alice Walker

Es la primera gran historia de amor entre mujeres de color que logra la lectura del  gran público. Aunque se publicó a principios de los años 80 y se trata de un formato epistolar, la novela toca con maestría temas como la raza, género, familia y sexualidad en Georgia de 1930. Celine es la narradora y la protagonista, la historia transcurre mientras le escribe a su hermana Nettie (“sólo si me muero dejaré de escribirte”) Es a través de esta comunicación por escrito que percibimos no sólo la violencia contra las mujeres, sino también el abuso físico, sexual y emocional… A pesar de esto novela está llena de esperanza y quizá ese anhelo toma forma en el personaje más inesperado: Shug Avery, una hermosa cantante de blues. Además, ganó el Premio Nacional del Libro y el Premio Pulitzer de ficción en 1983. 

 

7. El vampiro de la colonia Roma                                                                             

La homosexualidad en la literatura mexicana entra de manera tardía y casi imperceptible. La novela de Luis Zapata, irrumpió de manera abrupta en la doble moral mexicana y se convirtió en un importante elemento de identificación para aquellos que comenzaron a llamarse a sí mismos: gay. Ganadora del premio Juan Grijalbo, El vampiro de la colonia Roma fue publicada en1979 y cuenta las andanzas de un “chichifo”(sobrenombre se le da a quien se prostituye con hombres dentro del argot homosexual) en la escena subterránea de la ciudad de México, hasta ese momento invisible para la mayoría de sus habitantes. Adonis García, es el personaje principal de esta novela y en la medida que se define a sí mismo como homosexual, hace visible un grupo específico que comienza a romper ciertos vínculos con el resto de la sociedad que se niega a reconocerlos y aceptarlos.

 

Safo de Mitilene