El derecho romano constituye el fundamento del pensamiento jurídico moderno, tanto público como privado; es uno de los tres grandes pilares sobre los que se asienta la cultura occidental, en conjunto con la filosofía griega y la tradición judeocristiana. Su estudio cumple una importante función propedéutica, como resumen y síntesis, andamiaje, de todo el derecho privado, con el que aprendemos a manejar la técnica y el lenguaje jurídico. Sin embargo, su importancia no se agota en una mera explicación del origen y formación del derecho moderno. Su valor imperecedero reside, sobre todo, en su perfección técnica y en tratarse de un saber jurisprudencial. Es un saber de juristas, casuístico y racional. Su grandeza descansa en su carácter ejemplar. Es el derecho clásico que presenta como rasgo característico la figura del «jurista (jurisconsulto, iuris prudente)», conocedor de una técnica y de un lenguaje que permite formular criterios de justicia que median entre el orden social y su adaptación al caso concreto, renovando así el derecho en función de las nuevas exigencias de la vida social.