Afortunadamente, durante las últimas décadas no ha cesado de ganar terreno el convencimiento de que el pensamiento conceptual y abstracto necesita ser completado -y en parte corregido- por otros medios de que dispone el hombre para conocer la realidad. Cada vez son más los que creen que el sentido de los fenómenos no descansa en lo inmediatamente perceptible, sino en algo que los sobrepasa y que constituye el verdadero hogar del hombre. En este mundo mayor del sentido todo aparece interrelacionado. A decir verdad, este interés por el mensaje de los símbolos no es nuevo. Los sueños, las leyendas, los mitos, los monumentos de las culturas y de las religiones, el entorno natural... han despertado siempre la curiosidad investigadora del hombre y -más concretamente- del filósofo.