Esta obra de Ronald Dworkin es una exposición completa de su teoría del derecho, que seguramente será estudiada y debatida por eruditos y teóricos, abogados y jueces, estudiantes y políticos durante muchos años. Dworkin comienza planteando la pregunta que se halla en el corazón mismo de todo el sistema legal: ¿En casos difíciles, cómo deciden (o cómo deberían decidir) los jueces qué es la ley? Muestra que los jueces deben decidir los casos difíciles interpretando y no simplemente aplicando decisiones legales del pasado; además formula una teoría general sobre qué es la interpretación, tanto en la literatura cuanto en el derecho, y cuando una interpretación es mejor que otra. Toda interpretación legal refleja una teoría subyacente sobre el carácter general de la ley: Dworkin analiza algunas de dichas teorías. Una, muy influyente, considera que la ley de una comunidad es sólo aquello que las convenciones establecidas dicen que es. Otra, de moda en la actualidad, asume que la práctica legal se comprende mejor como un instrumento de la sociedad para lograr sus objetivos. Dworkin utiliza argumentos fuertes y persuasivos contra ambas: sostiene que el objetivo fundamental del derecho es responder a la necesidad de que una comunidad política actúe en forma coherente y de acuerdo a principios establecidos para con todos sus miembros. Con esta perspectiva, discute casos de derecho común, casos que surgen bajo estatutos y grandes casos constitucionales de la Corte Suprema, y demuestra de modo sistemático que su concepto sobre la integridad política y legal es la clave para la teoría y práctica legales.

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