El presente volumen ofrece un conjunto de reflexiones en torno a la reconstrucción del tejido social en Morelos, en un contexto de acelerada descomposición social e institucional. La idea de reconstrucción viene estrechamente ligada a la de resiliencia, esa cualidad humana universal que permite a las personas superar situaciones límite a través de una fortaleza inherente tanto al individuo como al colectivo. El término resiliencia proviene del latín resilio/resalio, que significa recuperarse, rebotar o reanimarse y se utiliza en metalurgia para calcular la capacidad de los materiales para recuperar su condición original después de haber sido sometidos a cargas o impactos suficientes para generar alteraciones en su estructura. En las ciencias sociales el concepto empezó a utilizarse en la década de los ochenta para referirse a la capacidad de los grupos sociales para superar traumas colectivos, situaciones de estrés prolongado, guerras o conflictos, sobreponiéndose así a dichas adversidades. Es evidente que la capacidad de reconstrucción del tejido social es una condición dinámica, dialéctica e inestable y que tiene, por tanto, características específicas y locales. Sin embargo, ésta se apoya en la cohesión social como resultante de una mayor equidad, inclusión y oportunidades de convivencia, crecimiento y redes de apoyo informal. La reconstrucción del tejido social es ante todo un proyecto, una agenda de trabajo que se propone resistir el deterioro para proteger así nuestra integridad como seres humanos que pueda dar paso a la regeneración de los vínculos sociales, sobreponiéndonos al trauma colectivo de la violencia desmedida y la crisis institucional y de valores. Ante este panorama, la resiliencia apela a las capacidades del sistema social para enfrentar las adversidades y reinventarse como tal mediante la reorganización de sus funciones, alcances y relaciones.