Sobre pocos poetas y escritores se ha escrito tanto como sobre Arthur Rimbaud. Algunas biografías y estudios los leemos aún con pasión parecía a la de su propia obra. Ya por 1951, Albert Camus sentenciaba: "Sobre Rimbaud se ha escrito todo, y aún más"… Hay una literatura sobre Rimbaud, una verdadera biblioteca, o rimbaudteca, como la llama Alain Borer. Se ha escrito sobre él con buena, mala o pésima fe. Se le ha dicho desde ángel iluminado, arcángel iracundo (Neruda), vidente (Renéville), místico en la edad salvaje (Claudel), hasta granuja, satán adolescente, lamentable polichinela (Bretón), respetable burgués (Étiemble)… Pero nadie, absolutamente nadie, ni Carré, ni Starkie, ni Maratarasso, ni Petitfils, ni Borer, quienes lo estudiaron por décadas, darán una imagen que cancele para siempre el mito y la leyenda, la magia y el sueño Rimbaud. Todo está dicho y aún más, Camus; todo está por volverse a decir e interpretarse.