Este libro ha sido escrito pensando en un lector que vive en un entorno moderno, el de los países de la sociedad postindustrial, lo que presupone la existencia de una contaminación omnipresente, tanto a nivel físico como psíquico. En este contexto hiperrealista, el Feng Shui aparece como un medio casi romántico para establecer o para restablecer un equilibrio en cada individuo, como una dulce manía que tiene más de método Coué de autosugestión o de placebo, que de técnica eficaz provista de un modo de aplicación claro (¡salvo en chino!) y con resultados garantizados. Bajo esta luz, el Feng Shui puede parecer una especie de afición inocua, una actividad para amas de casa y, en este sentido, nada es más adecuado: tradicionalmente, la puesta en práctica de las artes de vivir ha sido patrimonio de las mujeres. Al mismo tiempo, hay que señalar que las estrellas en esta clase de materias son los hombres: modistos, cocineros de renombre, pensadores, gurús..., como si lo especulativo fuera coto del género masculino, y lo operativo (la aplicación de las teorías, las tareas auxiliares), del género femenino.