Estremecedor, valiente, en Un amor imposible se entrecruzan tres historias, tres vidas, tres personajes movidos por pasiones destructoras en lo que es, por encima de todo, el retrato de una madre. A finales de los años cincuenta del pasado siglo, en Cháteauroux se conocen Pierre Angot, un burgués parisino sofisticado que trabaja temporalmente como traductor para una base americana de la zona, y Rachel Schwartz, una chica judía de origen mucho más humilde. Él no quiere ni oír hablar de compromiso, de matrimonio, pero le pide a ella que se instale en París cerca de él, a lo que Rachel se niega. De esa relación rota nace una hija, Christine, a la que el padre verá fugazmente apenas en tres ocasiones durante toda su infancia. La niña crece con su madre, pero en la adolescencia el padre, que ha formado otra familia, retoma el contacto con ella. La invita a pasar unos días con él en Estrasburgo, y luego en París, y la introduce en un mundo cosmopolita y culto, alejado de la gris vida provinciana. Pero en ese reencuentro anida un secreto desgarrador: el incesto.

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