Se publicó el tomo I de esta obra el año 1916, y el tomo II en el año 1917, en Barcelona. Es evidente que Miró, a través de toda su vida y de su obra se manifiesta como profundamente cristiano, y aunque al publicarse las Figuras de la Pasión fueron muy agrias las censuras que se hicieron a su libro, no sólo en el aspecto literario, sino principalmente por las autoridades religiosas que no estuvieron conformes con la interpretación que dio a los personajes que intervienen en el relato, es evidente que el espíritu cristiano vive en toda la obra; y como el autor conoce a fondo las Sagradas Escrituras, su valor es fundamental por la referencia que constantemente hace a ellas. De todo el relato se desprende un espíritu religioso, una apreciación de los valores, belleza, bondad, de la Naturaleza, que reflejan los de su Creador; no a la manera panteísta, sino muy próximo al modo de fray Luis de Granada. La figura de Jesús aparece coma la más bello de lo humano, lo más divino de lo humano, que lo que tiene el hombre de humano es lo que tiene de divino. Desde luego, se aprecian en las Figuras de la Pasión del Señor poesía y religiosidad, dos notas que acompañan a Miró en todos sus escritos.