"La vida de Estebanillo González, hombre de buen humor, compuesta por él mismo", es la última de las novelas picarescas y se publicó en Amberes el año 1646 como anónima. El protagonista es un curioso y real tipo de bufón picaresco, servidor de Octavio Piccolonini duque de Amalfi, que nos dejó en su autobiografía relatados sus viajes y aventuras. Vivió la guerra de los treinta años de la que dice: "Yo iba a esta guerra tan neutral, que no me metía en dibujos ni trataba de otra cosa sino de henchir mi barriga, siendo mi ballestera el fogón, mi cuchara, mi pica y mi cañón de crujía mi reverenda olla". Es el pícaro de tipo aventurero y no del ladrón encanallado; él mismo lo dice: "Mi natural, aunque era picaril no se inclinaba a hurtos de importancia sino a cosas rateras". Hace apología de la vida de ocio e independencia y desprecio por lo heroico y caballeresco: "Comía con sosiego, dormía con reposo, no me despertaban celos, no me molestaban deudores, no me pedían pan los hijos ni me enfadaban los criados, y así no se me daban tres pitos que bajase el turco, ni un clavo que subiese el persiano, ni que se cayese la torre de Valladolid. Echaba mi barriga al sol, daba paga general a mil soldados y me reía de los puntos de honra y de los embelecos del pundonor, porque a pagar de mi dinero, todo lo demás son muertes y solo es vida la del pícaro. "De la lectura de la obra se deduce que debía ser un ingenio natural notabilísimo, pero la picaresca llega a su fin con la novela, que ya amaga llevar el relato a la crónica, a pesar de la gracia de muchos episodios. El libro pretende ser una autobiografía, y lo es en líneas generales; pero rebasa los límites de la historia para convertirse con más frecuencia en novela. No cabe duda que algunas aventuras de la obra, como la que relata el rescatar un zurrón de panes y jamones que su dueño había enterrado para librarlo de ladrones, han sido retocadas, ampliadas, con lo que resultan más entretenidas de lo que debieron ser en la rea