Aquella noche, contra lo acustumbrado, la taberna del Toro hervía de gente, como si algún importante acontecimiento hubiese acaecido o estuviera próximo a ocurrir. Aunque no era de las mejores de Maracaibo y solía estar concurrida por marineros, obreros del puerto, mestizos e indios caribes, abundaban, la noche de que hablamos cosa insólita, personas pertenecientes a la mejor sociedad de aquella rica e importante colonia española: grandes plantadores, propietarios de refinerías de azúcar, armadores de barcos, oficiales de la guarnición, y hasta algunos miembros del Gobierno.

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