No es esta compilación una "antología de los cien mejores viajes", si se la considera desde el punto de vista literario. y si por acaso el lector pregunta cuál fue el criterio seguido, diremos desde luego que nuestro intento ha sido el de reunir a un grupo de viajeros y presentarlos en acción; es decir, viajando. En los libros de viajes, nos interesa más que una descripción de la Plaza de la Concordia, lo que le sucedió al viajero al pasearse por ella. Claro está que no siempre es posible encontrar la parte de aventura, de episodio o de anécdota. Conviene advertir que todos los autores que figuran en este libro -excepción hecha de dos o tres- descansan ahora de las fatigas del viaje, en los anaqueles de nuestra modesta biblioteca. Por aquello que dijo Orozco y Berra de que "cuando tengo pan no tengo tiempo", nos está vedado ocurrir a las bibliotecas públicas y a otras fuentes. "Sepan cuantos... esto leyeren, que es la reverencia debida a ese misterio que el hombre percibe en la amistad acendrada, lo que nos motiva a dedicar el número 350 de esta colección, el amigo ausente: a Felipe Teixidor. y nos parece recibir de él un saludo alegre por ver figurar su nombre en ella, como compilador y comentarista de algunos de los viajes realizados por distinguidos mexicanos en los siglos XIX y XX. La Editorial Porrúa, de la cual fue don Felipe, durante muchos años un eficaz colaborador, puso amor y empeño para que llegase, como las palabras del pregón, a todas las latitudes sociales, geográficas y económicas, un conjunto de lecturas buenas, que abarcan gran cantidad y diversidad de géneros para satisfacer las apetencias particulares de los lectores maduros, y también de los jóvenes curiosos, cuya sensibilidad se va orientando, a través de las fantasías hacia las verdades inconmovibles y eternas.