En 1900 la Imprenta y Librería de la Vda. de C. Bouret envía a Juan de Dios Peza, desde París, un libro que el autor presentará como carta de visite a la posteridad. Ahora lo entrega, contiene su efigie; antes de posar preparó con cuidado luces y sombras, fotógrafo de sí mismo se propuso como el retratista A. J. Halsey- reproducir y difundir la fisonomía propia con una hermosura y una suavidad extraordinarias. Juan de Dios colocó la cámara ante un espacio intermedio entre lo público y 10 privado: hay soldados, periodistas, poetas, novelistas, algunas mujeres angelicales, un escritorio con papeles amarillentos, la condecoración y la guedeja de cabellos de un muerto, álbumes con autógrafos y versos de personalidades. Ante todo, eso puede haber nostalgia, desazón, burla, desprecio más o menos encubierto; la fama y la conducta noble, las maneras convenientes para situaciones diversas dictan, permean el tono buscado en este conjunto donde hay textos que se leen con agrado, datos para, volver entrar en el pasado literario mexicano, hechos y actitudes que pueden aproximar a la historia de la vida privada de nuestro siglo XIX. Podemos mirar De la gaveta íntima. Memorias, reliquias; y retratos usando la perspectiva (con sus hallazgos y preguntas no resueltas) de la corriente historiográfica que han sabido pilotear con fortuna autores franceses, en especial. La sociedad civil y lo individual están en el centro del siglo pasado afirman ellos, interesan al pensamiento político, al económico, lo privado engendra innumerables discursos teóricos, normativos o descriptivos cuyo epicentro es, la familia. Peza, poeta que apodaron Cantor del hogar, comienza este libro no por azar en la casa paterna; su padre impulsa recuerdos laudatorios y es enlazable con aficiones aristócratas; Peza blande el linaje personal, su clan de hombres distinguidos.